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lunes, 30 de marzo de 2009

Fenómenos en la ciudad

Hay fenómenos en todos lados, por cualquier rincón se los ve pasar…solo hay que afilar la mirada.
………………..El Viejo con ojos de niño.

Una fila en el banco, todos esperando el bendito cambio en monedas. Dos personas se ponen a discutir adelante mío, una de ellas una señora paqueta y el otro es un señor que a primera vista no tenia nada de particular.
Sus pelos canosos y ralos fueron lo primero que se destacaba, pero solo por la notoria prolijidad del peinado teniendo en cuenta los pocos cabellos. Bajando un poco mas, atraída por lo que estaba diciendo sobre la seguridad en estos días y sus épocas de empleado bancario, pude reconocerlo. Su particularidad se encontraba justamente entre esa boca que modulaba con soltura recuerdos de otras épocas y la frente poblada de arrugas, lo que llamo mi atención fueron sus ojos. En cuanto los vi, lo reconocí: era el Viejo con ojos de niño; famoso ejemplar fenomenal que vaga por la ciudad casi siempre al resguardo de un sombrero. En este caso era una moderna gorra que se tuvo que quitar al entrar al banco (elegancia obliga, caballero de otros tiempos).

Sus ojos brillaban, mas bien tintineaban siguiendo su propio relato, acompañando cada palabra de un gesto sorprendido; como los niños que se asombran de lo que ven y por eso siempre mantienen la curiosidad como compañera. Este hombre fenomenal tenía los ojos de un pequeño en el rostro de un viejo, algo quedó para siempre encendido en las pupilas curiosas sin importar cuantos años pasen ni cuantas imágenes se repitan…

…………………….El Gigante del 168.

Una mañana hace poco, viajando en colectivo iba distraída pensando en el otoño y buscaba a través de la ventana alguna hojita marrón que me confirme su llegada. Sube alguna gente en la esquina de Gascón y Córdoba, y algo en ese grupo hizo que el colectivo quede en absoluto silencio. Había aparecido un gigante en el 168, así como así, sin mayor preámbulo ni ruido de fanfarrias.
Su cuello se doblaba contra el techo, y la cabeza quedaba casi plegada a la altura del pecho. Sus manos enormes sacaban el boleto, y así en esa posición de mastodonte incomodo camino hasta un asiento libre al lado de la ventanilla, justo en diagonal al mío. Me dedique a observarlo, esperando que el reconozca en mi algo fenomenal también…pero no. Luego del silencio general en que quedó el colectivo, algunos retomaron la charla, y el Gigante sintiendo aún las miradas atentas que no se desprendían de su espalada se dedico a mirar hacia la calle, quizás buscando hojas secas él también.

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