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miércoles, 4 de marzo de 2009

febrero

Miles de moscas sobrevuelan la ciudad esta mañana, atraídas por el calor y los olores que desprende la basura en cada esquina de la ciudad.

El sol salió corajudo, sin dejar lugar a dudas: este será un día caluroso, amarillos sus minutos y pegajoso el aire. Ese es el tema con esta ciudad, lo pegajoso del aire, la humedad que nos recuerda a cada paso por la vereda las dimensiones exactas de nuestro cuerpo. Cada gotita que se forma en las sienes o en la nuca para caer sin mas ni mas marca el contorno del cuerpo acalorado que va y viene resignado por las calles y avenidas.

Al entrar en los ambientes fríos y acondicionados ya la cosa cambia, mi cuerpo se recompone de a poco, aprovecho para peinar los mechones que se habían pegado en la frente, limpio los rastros de sudor que delatan que sí, que las mujeres transpiramos, y trato de quedarme quieta, bien quieta aprovechando el frescor que me entra por la nariz hacia los pulmones.

Pero es una lastima que los momentos de frigorífico sean tan pocos en mi vida: entrar para pagar algo en un banco, o pasar por el único mercadito de mi barrio que invirtió en el aire este verano. Y pronto se me pasa la fila de gente, ya estoy en la caja, pago y me encuentro ante el dilema, la obligación de salir a la calle otra vez, porque mi vida esta ahí afuera esperando que reanude la marcha del día, que salga de este paréntesis fresco (debo admitir que la idea de atrincherarme entre las góndolas de lácteos y fiambres ha pasado por mi mente, pero me pregunto cuanto tiempo aguantaría…)

Busco excusas para prolongar un rato mas la estadía, algo que no vi en las góndolas o tratar de alcanzar algo perdido en el fondo de mi bolso; todo ante la mirada persistente y cómplice del guardia de seguridad que ya adivino mis intensiones y me deja actuar un ratito mas, porque los dos sabemos que esto no se puede sostener y que en breves minutos se viene el ´Ta luego y estoy otra vez en la vereda, con el este calor que todo lo envuelve, el sol que se ríe desde arriba y las moscas felices entre las bolsas de basura que se multiplican en las esquinas.

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