Pages - Menu

miércoles, 22 de septiembre de 2010



La vieja pregunta

Él cierra el libro y le pregunta: entonces...¿de qué hablamos cuando hablamos de amor? Ella abre mucho los ojos y lo mira tratando de sondear si la pregunta va en serio o mas bien pa´la chacota. Se lo encuentra a él, muy serio del otro lado de la mesa. Es lindo, la verdad que sí.

-Bueno, ¿qué querés que te diga? A mi cuando hablamos de amor se me viene todo lo rojo encima. Me invade lo rojo...

-Mmmm?

-Lo rojo, lo blando, el viento frío en la cara, la música sonando fuerte, la sensación en la panza que recuerdo de la única vez que me subí en una montaña rusa.

-¿Cómo...?

-Fuimos con mi hermana y mis primas a la montaña rusa cuando eramos chicas, habiamos tomado licuado de banana y bizcochos antes, y apenas bajamos mi primita vomitó.

-¿De eso hablas cuando hablas de amor?

-Sí, de todo eso.

La miró, linda, del otro lado de la mesa.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Agua dulce

La Barbuda tiene una abuela que siempre le habla de sus años de niñez y adolescencia en una ciudad al borde del río. De lo lindo que fue crecer con el agua dulce tan cerquita, tan cotidiana. De los veranos nadando y remando. De cómo un tio le enseño a nadar tirandola al agua…y listo (vieja escuela que le dicen). De su mejor amiga que era campeona sudamericana de natación y ella siempre al lado, timida.

La Barbuda no heredó las habilidades deportivas acuaticas, pero siempre disfrutó del agua y del verano. Nunca fue buena en competencias, pero sí en bucear. Piletas y rios preferentemente. En el mar lo intentó, pero arden los ojos: la suma de la Sal y un odio profundo por las antiparras.Tambien se destaca en mantener la respiración abajo del agua. Mucho tiempo. De chica pensaba que sus pulmones eran algo extraordinario.

Parece que una tatara-tatara tía abuela de la Barbuda era muy buena nadadora, y contrabandeaba joyas a través del río Rhin. Esa historia es una de sus preferidas: la imagen de una mujer llena de joyas cruzando a nado de orilla a orilla siempre aparece en su cabeza cuando le preguntan por su historia familiar.



Aunque no la haya conocido, aunque no sea más que un mito construido por su abuela, aunque sea tan tatara-tatara que no alcancen los años para reencontrarla.