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martes, 21 de julio de 2009

Llueve y hacía falta color...


Si fuese poetiza

Si fuese poetiza, la Mujer Barbuda utilizaría palabras como crepúsculo, brillantez, o aroma en vez de olor… Usaría frases que hablen del amor como de
un constante
renacimiento de luz
en los lugares más recónditos
del alma.
Pero no le salen esas cosas sin sentirse cursi. No tiene tampoco el deseo suicida a flor de piel como la Pizarnik, no tiene musas ni ángel. No hay metáforas que la expresen sin que terminen siendo un chiste, un comentario gracioso acompañado por ruidos y gestos.
Si la Mujer Barbuda fuese poetiza viviría borracha intentando pelar las capas que la recubren para finalmente vomitar palabras al papel, palabras densas y profundas.
Por ahora descarga sus crónicas con ligereza y busca sorpresas alrededor. Disfruta de la poesía en un mate bien cebado, un niño que espanta palomas en la vereda o en palabras que hacen cosquillas como supercalisfragilisticoespialidoso, ornitorrinco o ventosa.

jueves, 16 de julio de 2009

Cosas que sé de mi misma.

  • Casi todo lo que sé sobre los antiguos romanos lo aprendí leyendo Asterix.
  • Cuando tengo tres deseos, algunas veces sigo pidiendo por la Paz Mundial.
  • Creo que un día, si sigo practicando, voy a llegar a manejar los palitos chinos con destreza en cualquier tipo de chaw fan, chop suey, etc.
  • Espero que mis contracturas de cuello y hombros se vayan si practico yoga.
  • Sé que debería ser mas perseverante con algunas cosas, como la computadora, pero al final nunca encuentro motivos ni interés suficientes para serlo.
  • Sería más feliz si pudiera tomar helado cada vez que se me antoje. Menta graniza y frutos del bosque.
  • Si para las cinco de la tarde no tomé ni un mate todavía me agarra el síndrome de abstinencia yerbero. Y si no tomo café cuando me levanto es como si el día no empezase realmente (salvo los domingos en que vale el mate de a dos).
  • Dibujar es mi terapia personal.
  • En materia religiosa me declaro de apellido judío, yo agnóstica. Igual extraño cuando de verdad creía en Peter Pan.
  • El interior de las iglesias me da miedo, mucho.
  • Siempre digo que me encantan los baños de inmersión, pero no me acuerdo la última vez que me dí uno.
  • A veces hablo sola en francés porque me gusta como suena mi voz afrancesada. Me siento adentro de una película.
  • Si alguien más joven que yo es exitoso en mi profesión me da envidia, si es mas grande no me preocupo.

miércoles, 15 de julio de 2009

martes, 7 de julio de 2009

DO-SOL-MI-SOL

Los deditos tímidos golpeando las teclas del piano, DO-SOL-MI-SOL, DO-SOL-MI-SOL una y otra vez al infinito. El piano que vino de regalo cuando la abuela se enteró que la pequeña niña barbuda estaba tomando clases.

Lo entraron entre tres hombres y eso le dio mayor peso a los ojos de la niña. Ella incluso los imaginó a ellos tres transportando el piano sobre sus espaldas, recorriendo los caminos y rutas que sumaban 800 kilómetros hasta su abuela;
y después corriendo livianos hasta la fábrica de pianos; felices de haber dejado al gigante marrón a salvo con la niña.

DO-SOL-MI-SOL era lo que mejor le salía, veía su mano izquierda moverse con precisión entre las tres teclas, variando de vez en cuando la velocidad para probarse.

Un día la mano derecha (seguramente aburrida de descansar inerte sobre las teclas), se metió sin permiso acompañando la melodía de base con un feliz baile de negras y blancas, saltando sin ton ni son de un extremo a otro del teclado, mientras la mano izquierda se aferraba desesperada a su eterno compás… La niña barbuda se había distraído hablando con su hermana por unos minutos, y para cuando se dio cuenta sus manos estaban en plena batalla.

La música desenfrenada inundaba la casa, e incluso hubo algunos vecinos que salieron al patio para escuchar mejor. Tras algunos intentos fallidos por parte de la niña de reconciliar ambas manos tuvo que intervenir su hermana, quien la tiró del banquito y bajó la tapa sobre el teclado.

La niña barbuda permaneció unos minutos en el piso con sus manos agitándose en el aire, hasta que de a poco el movimiento se detuvo ante la falta de sonido. El piano observaba el suceso inmóvil y manso, parecía el paisaje calmo después de la batalla… sólo los dedos colorados de la niña atestiguaban que algo había pasado.