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jueves, 7 de mayo de 2009

caños rotos

“Caños rotos, eso es todo nena”. El plomero Pascualino me esta explicando algo que yo ya me imaginaba, pero que siempre adquiere mayor veracidad de boca de un especialista. Es por eso que las paredes de mi pieza, las que se comparten con el baño, hace tiempo que lucen esa amarillez mohosa, ese descascaramiento gradual. En algunos momentos tengo que admitir que me distraigo siguiendo el paso de la humedad por las paredes, buscando la pintura hinchada que me lleva a imaginar el agua invadiendo el interior de mi departamento. Primero pequeñas líneas de agua que se escapan de los caños y empiezan un nuevo recorrido, se revelan ante el camino instituido por ingenieros y arquitectos y deciden dispersarse por ahí. Veo como esas primeras escapadas se van convirtiendo en costumbre y el agua sale a borbotones a través de ladrillos y cemento, humedeciendo todo a su paso. Supongo que pasa un tiempo hasta que se hace evidente para nosotros, aquí afuera, de este lado de las paredes…pero siempre llega.

Pascualino el plomero sigue su explicación al darse cuenta de que lo sigo atenta: “…Es que la humedad es lo peor nena, porque te va enfermando todo, y es difícil de parar…”. Hablamos un rato de los arreglos pertinentes y de mi futura pelea con la administración, pero me quedo pensando en casas enfermas y departamentos infectados. Creo que la humedad es una especie de sarpullido y quisiera poder hacer algo más por mis paredes, darles algún alivio hasta que podamos arreglarlas, rascar ángulos y zócalos.

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